Lorenza Bastidas, siempre con un «cuchillo fajado» que llevaba a todas partes, listo para labrar algún tronco y sacar de él, un santo.
Eso sí, un santo bien particular, con ese don, -que tienen la mayoría de artistas, de reflejarse así mismos en las obras que realizan.

Los santos que Lorenza hizo fueron como ella, la mayoría fuertes, emprendedores, hábiles, que demostraban su valentía y coraje frente a bestias salvajes.

Otros en cambio, eran el reflejo de su alma, llenos de la paciencia, sabiduría y religiosidad, con la que ella se sentaba a ver el cielo, buscando la inspiración que de allí le mandaba Dios para luego comenzar a tallar.

«Pero eso va por el nacimiento de cada quién... la cuestión es hecharse una bola de chimó, fajarse con el palito y el lápiz en el bolsillo ¡y a labrar sin miedo de creer que se va a cortar! y enseguida va saliendo la pieza»...

El santo que más talló fue a San Isidro, porque «lo aprecian mucho los agricultores, él araba y trabajaba la tierra y Dios le dio esa ciencia de ser “patrón de los animales” o sea que la gente le pide por los animales enfermos y él se lo cura...».

Después a San Miguel, Santa Eduvigis, y muchos otros santos, Lorenza aseguró no haber vendido el santo de su devoción, «el único santo que no he hecho es a San Benito porque es mi patrón, mi santo de devoción y con ese no comercio».
Lorenza no hacía sólo santos, sino también animales o lo que las personas le pidieran, pues como ella decía; tenía diploma de artista pero su maestría era en artesanía, y «uno tiene que hacer de todo lo que le pidan porque eso es la artesanía».

La exposición itinerante; Huellas de Mujer, es un homenaje póstumo a esta mujer trujillana que ha dejado una inmensa huella en nuestra fe, historia y sentimiento.

Su última pieza fue un Dr. José Gregorio Hernandez que apenas terminaba de tallar, en abril de este año, pero nos dejó su energía inconfundible y un legado hecho obra de arte.